lunes, 7 de abril de 2008

SaN MaRcElInO ChAmPaGnAt..


El 6 de junio de 1840, cuando la comunidad entonaba el canto de la Salve, Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanitos de María, o Maristas, volaba al cielo a gozar de Dios al lado de la «buena Madre», junto a la que siempre vivió. Había dejado escrito en su testamento: Ojalá se pueda decir de los Hermanitos de María lo que se decía de los primeros cristianos: «Mirad cómo se aman»...; y una tierna y filial devoción a nuestra buena Madre os anime en todo tiempo y circunstancia. Hacedla amar por doquiera cuanto os sea posible.
Siempre, pero sobre todo desde su ordenación sacerdotal, vivió Marcelino esa devoción mariana que dejó a sus hijos como legado y misión. Cuando recibió la ordenación sacerdotal, en julio de 1816, fue en peregrinación, con otros once compañeros, al santuario de Nuestra Señora de Fourviére para ponerse bajo la protección de María. Cuando llegó a La Valla, su primer destino sacerdotal, «al divisar el campanario de la iglesia, se postra en tierra y confía al Señor y a María, que llama la buena Madre, su tarea apostólica». Él mismo recuerda más tarde, en carta a la reina María Amelia, que la idea de fundar una asociación educativa, bajo la protección de María, le vino entonces, para evitar a otros las dificultades que él tuvo en su niñez por falta de educadores:
“Me apresuré, por tanto, a llevar a cabo el proyecto que tenía de formar una asociación de hermanos educadores para los municipios pobres, rurales... He dado a los miembros de esta nueva asociación el nombre de María, persuadido de que este nombre solo nos atraerá gran número de aspirantes... María será su mejor aliada en los momentos difíciles”
En cierta ocasión una tempestad de nieve les hace perder toda referencia del camino. El frío es intenso. El hermano Estanislao se desvanece. Marcelino reza el Acordaos a su buena Madre. Una luz oportuna en una casa de campo les permite encontrar un refugio seguro. Cuando la escasez de vocaciones pone en peligro su fundación, su confiada oración a la Virgen encuentra una respuesta inesperada con la llegada de ocho aspirantes... Como fruto de su vivencia, podía decir San Marcelino: “Tengo confianza de que María no dejará perecer a ninguno de los que perseveran en su vocación hasta la muerte... Todo a Jesús por María, todo a María por Jesús”

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